TODO


III

Las cartas, sobres con direcciones de todo Reino Unido y lechuzas, volaban por toda la habitación que se encontraba hecha un desastre ante las pilas de pergamino con destinatarios.

Al fondo de la habitación se hallaba Minerva McGonagall, aquella que alguna vez conocí como mi profesora y hoy en día era una de mis colegas "más" cercanas -es gracioso pensar que hasta el día de hoy, cuando ve que uso hechizos de transfiguración, me felicita o me da pequeños consejos para mejorar-. Caminé lentamente hacia su escritorio, esquivando cualquier tipo de papel que pasara muy cerca de mi cabeza o cuerpo, y de vez en cuando, leyendo las direcciones escritas en estos; por ejemplo: El cuarto esmeralda. Wiltshire, Malfoy Manor.

¿Es en serio, Dragón?

Lo mejor era no pensar demasiado en el nombre que decidió ponerle el Malfoy menor a su habitación, después de todo, los sangre pura suelen ser bastante excéntricos. Era normal para un niño como él, así que, me aguante mi bufido por el interesante nombre, rodé los ojos y seguí caminando hacía la profesora de Transformaciones.

—Severus, querido —canturreó la mujer al notar mi presencia justo frente a ella, sin levantar la mirada de los pergaminos en ningún momento. Sobre el apodo; suele decirlo bastante y ya me he acostumbrado lo suficiente como para ignorarlo olímpicamente cada que lo dice, seguramente si el idiota de mi esposo la escuchara ya estaría gruñéndole que él era el único que podía llamarme de aquella manera. Sonreí ante la imagen mental—. ¿Cómo han estado tus vacaciones? ¿Preparado para la nueva ingresión de alumnos?

—Pues al parecer no tan increíble como las tuyas, McGonagall —comenté irónicamente, intentado no ser rudo con la mujer—. Y no, no estoy para nada entusiasmado, solo son un montón de niños más a los que tendré que soportar e intentar de no descuidarlos para que no hagan explotar el salón de pociones. Sobre todo tus leones.

—Pensé que después de haberte casado con un Gryffindor tus prejuicios se habían quedado atrás —indagó la mujer de unos cincuenta y tantos años. Era cierto que ya no repudiaba a los Grynffindor's por naturaleza después de casarme con uno, pero estos seguían siendo en su mayoría problemáticos o incapaces de no quemar algo -bastante obvio si tenemos en cuenta que la representación de elemento de la casa es el fuego; otra razón por la que son el opuesto completo de mis serpientes-. Simplemente mis prejuicios ya no se basaban en estupideces de adolescentes, sino que estos tenían de respaldo mi experiencia siendo profesor de los leones y las largas horas que tenia que soportar a mi esposo con su actitud Gryffindor.

—Y sabes perfectamente que es así, Minerva —respondí con voz cansada, y tal vez -solo tal vez- con un tono un poco ofendido—. No estoy juzgando a los leones como el maldito Slytherin adolescente que era años atrás, sino con lo que dice mi voz de la experiencia.

—Lo sé, Snape. Solo era una broma —noté como una pequeña sonrisa ladina se asomaba en sus labios, llena de satisfacción. Caí en su truquito para molestarme.

—Pues tus bromas no son de mi agrado —espeté, cruzándome de brazos y desviando mi mirada hacia el gran ventanal detrás de ella, el cielo se veía precioso; no quería verla—. Tus bromas son ofensivas.

No gire mi cabeza en ningún momento, no cambie mi posición y mucho menos mi semblate, ni si quiera con Minerva McGonagall burlándose en mi propia cara con sus carcajadas educadas de una dama, pero estridentes. Lo único que logro que saliera de mi drama, tan solo para ofenderme mucho más y hacer un drama más grande, fueron sus palabras luego de haber logrado calmar sus risas.

—Severus, no crees que estas exagerando un poco —comentó aun manteniendo su maldita sonrisa burlona en su labios, mostrando sus dientes superiores. Mis ojos se abrieron como dos platos ante lo dicho, y mi cuello se giro bruscamente hacía ella—. Tal vez deberías pasar menos tiempo con Lucius Malfoy, ya se te esta pegando lo dramático de él.

Una mano se fue directo a mi pecho, como reflejo me recline un poco hacía atrás y me quede boquiabierto ante sus suposiciones. No podía estar pasando.

¿Realmente estaba insinuando que Lucius ya había logrado pegarme lo Drama Queen de su actitud? Imposible.

Cuando divisé la ceja alzada de la jefa Gryffindor junto a su clara mirada de: "¿En serio, Severus?". Fui consiente de mi reacción y forma de actuar, por lo que con cierto repudio volví a mi característica cara neutra acompañada de postura elegante e intimidante.
Quizás si estaba pasando demasiado tiempo junto a Lucius. Pensaba hablar y quejarme con él más tarde sobre el tema. Probablemente maldecirlo.

—Lamento eso, profesora —hablé relajado. A veces solía decirle profesora a Minerva, normalmente cuando sucedían cosas fuera de lugar como estas y me sentía nuevamente como el joven de quince años frente a su educadora de Transformaciones—. En realidad venía a preguntarte algo en especifico, McGonagall.

—Pues soy todo oídos, señor Snape.

Aunque no lo pareciera debido a su gran trabajo y actitud como educadora, la jefa de Gryffindor era ese tipo de persona que adora las bromas sutiles o apodos burlones. Le encantaba reír y hacer reír.

—Veras quería preguntarte... —mi garganta se hizo un nudo. Realmente era un tema algo sensible para mi hablar sobre esto, debido a muchas razones; como por ejemplo: que mis esperanzas de que siguiera con vida sean pocas después de que el estúpido de Albus creyera que era buena idea dejarlo con sus familiares muggles que odian la magia, o que sea mi culpa que él tuvo que terminar con ellos teniendo que soportar quién sabe que mierda por parte de esos idiotas y asquerosos muggles—. Bueno, yo quería saber si de casualidad.... Mierda. Yo quería saber si es que él esta en la-

—Sí Severus, el entró a la lista —respondió Minerva a mi pregunta sin completar. Entonces sentí como un peso desaparecía de mis hombros y pecho se encogía, pero no de tristeza ni culpa. No. Esto era por felicidad pura. Sentía ganas de llorar a mares y reírme todo el maldito día del alivio que sentía, pero debía mantenerme firme y neutro, ya después me desahogaría. Aun así, mi mente no paraba de repetir una cosa de forma entusiasta.

Esta vivo. Y de ahora en adelante estará bien. Me encargare de que sea así, por ahora.

—Le envié su primera carta hace una semana aproximadamente —mencionó con énfasis dando a entender que ya le habían enviado más de una carta durante esa semana. Lo cual, para nosotros como profesores, era una alerta de que algo sucedió, y claramente algo había sucedido con Harry Potter—. Ya van más de cuarenta cartas, Severus ¡Cuarenta! Y ninguna ha sido respondida, incluso la dirección del niño cambio al día siguiente de la primera. Realmente he pensado en salir y averiguar que le sucedió, pero tampoco tengo quien supervise por mi todo este papeleo además de que no se ubicarme en el mundo muggle.

Esto era grave. Harry Potter ya recibió su primera carta por parte de la escuela y no devolvió respuesta inmediata teniendo en cuenta que Petunia Evans sabe perfectamente como hacerlo. Esto me da muy mala espina.

—Entonces esto, de casualidad, ¿se lo has informado a Albus? —pregunté; necesitaba saber la respuesta ya que esa era la clave para saber si podía hacer cierta petición o no. Lo ultimo que necesitaba era que el anciano de un siglo se enterara y además me diera uno de sus sermones.

—No, no se lo he informado. ¿Por qué-?

—Pues no lo hagas —sentencié intentando no sonar insolente hacia Minerva—. Quiero proponerte un trato.

[°°°]

—No a "donde", Potter —respondí a su pregunta mental, gracias a la legeremencia que me encontraba usando en el pequeño y alarmante delgado cuerpo de Harry. Noté que por naturaleza sus defensas no eran buenas, pero todo se podía mejorar con un poco de entrenamiento. Lo que si me sorprendió fue que cualquier tipo de recuerdo relacionado con sus tutores -los asquerosos Dursley- siempre que intentaba verlos una niebla espesa y blanca bloqueaba mi paso, por lo que mis alarmas mentales se encendieron de golpe porque eso, no era para nada normal—. Sino al "como" y al "por qué", mejor dicho. A las respuestas señor Potter, a las respuestas.

—¿Respuestas? —dudó ladeando hacia un lado su cabeza, tal y como un cachorro, pero este era un cachorro escuálido e indefenso. Y ante esa comparación pensé que tal vez no sería mal momento para volver a mis antiguas costumbres mortifagas, y que mejor broche de oro que iniciar con ciertos muggles en especifico— ¿Respuestas a qué exactamente? Yo no he dudado de nada en mi vida, ni tampoco necesito ayuda con algo. Ese suele ser mi primo Dudley que ni siquiera es capaz de hacer su tarea el solo y yo debo hacerla por él.

Tras notar lo ultimo que dijo, el maltratado Harry, tapó su boca con sus dos manitos esqueléticas mientras una mirada de real espanto se divisaba en sus hermosos irises esmeralda -como los de su madre- y lo leí pensar: "si mi tía o tío se enteran de que delaté a Dudley me castigaran nuevamente una semana sin comida, o salir de mi habitación". Ante la ultima frase el recuerdo vivido de una habitación de un metro por dos metros apareció frente a mis ojos, estaba sucio, había escobas en una esquina, telarañas en otra y el techo eran escalones invertidos.

Momento, él dijo....

¿Una semana sin comer?

¿Su maldita "habitación" es la alacena bajo la escalera?

Malditos Dursley's cada vez más se volvían mi mejor broche de oro para regresar a los asesinatos y torturas de muggles que solía practicar cuando el Señor Tenebroso aun se encontraba con vida; no podía creerlo, este no era el hijo de James "Hogwarts es mi pasarela" Potter, ni aunque me lo dijera el mismísimo Merlín lo creería. Si tan solo Potter, Lily y él vieran lo que le hicieron a su niño. Ellos me autorizarían torturar a sus tutores todo un puto año, si es que eso era posible.

Muggles de mierda.... —siseé por lo bajo.

—Por favor, lo que acabo de decir le pido que lo olvide por completo, yo no quise decir eso —se excusó de forma rápida y nerviosa mientras movía ansiosamente sus manos frente a su rostro; como intentando que no le viera—. Son cosas sin sentido. Mi primo Dudley puede hacer, y hace, su tarea completamente solo. Yo jamás le ayudo en nada —rio apenado y asustado tras la ultima frase.

¿Olvidarlo? Ni de broma; los haría pagar por todo el daño que le han causado al ultimo de los Potter cien veces peor de lo que ellos le hayan hecho pasar.
Me acerque totalmente hasta la camilla y me senté justo en la orilla observando detenidamente al pequeño e indefenso niño frente a mis ojos; sabía y recordaba bien que el Potter menor dentro de unas semanas más cumpliría once años, pero él realmente no aparentaba sobrepasar los ocho -quizás era así por su aspecto frágil, y probablemente, su naturaleza frágil-. Tenía el cabello desordenado, brillante y castaño; sus ojos eran como dos posos llenos de gemas esmeralda que con el agua brillaban además de que eran grandes, como los de aquella caricatura muggle que si no mal recuerdo se llamaba "Bambi" -si no me fallaba la memoria; los ojos no eran lo único que Harry Potter y ese largometraje compartían-. Su piel se podía notar que era de un tono moreno, pero debido a su desnutrición y posible anemia, era muy probable que se encontrara más pálido de lo que naturalmente es -después de todo James era de un tono mucho más oscuro del que su hijo tenía en ese mismo instante-; sus hombros eran delgados al igual que sus brazos, rostro y cualquier otra parte de su cuerpo. No importaba a donde le miraras sus huesos siempre se encontraban marcados, de mayor o menor medida. Y su altura no parecía ser de más de un metro treinta.

Definitivamente esos muggles se pudrirían en el infierno a penas tuviera oportunidad de que eso suceda.

Miré suavemente, sin ser amenazante, al niño que estaba con la cabeza un poco gacha pero dirigiéndome la mirada igualmente. Por alguna razón aquello me recordó a cuando en tercer año James Potter se le declaro a Lily, al principio bastante confiado pero con cada palabra que salía de su boca se volvía un poco más inseguro de sus acciones y frases -no lo culpo, no es como que Lily tuviera en ese momento la mejor cara del mundo; hasta yo me paralizaría si Evans me mirara con una ceja enarcada y rostro de pocos amigos-. En algunos sentido si se parecía bastante a su padre, pero no lograba divisar más rasgos que no fueran los de Potter y los ojos de Lily.

No recordaba que el pequeño bebe de un año que alguna vez cargue fuera como el niño que ahora se encontraba en camilla.

—Señor Potter, si es que de casualidad su familia a tratado de hacerle daño, ó incluso, lo han llevado a cabo —intenté comenzar persuadir, necesitaba más información que la recepcionista -tras un buen imperius- me otorgó cuando llegue al hospital, porque no me creía para nada aquella historia de que él había terminado en el hospital debido a un accidente en su bicicleta -la estúpida historia de mierda era que Harry había salido a jugar con su primo y amigos a una colina para lanzarse en bicicleta desde esta; Harry se lanzo, perdió el control de la bicicleta, rodó colina abajo y la bicicleta le termino por caer sobre su espalda-. Era un historia relativamente creíble, pero no cuando tenía tantos huesos rotos—. Me gustaría que pudiera decírmelo, y se que perfectamente que apenas nos conocemos, pero yo puedo ayudarle.

Con un pequeño efecto secundario de homicidio a una familia de tres, pero eso era lo de menos. Él no tenía porque saber los detalles.

—Usted ¿Es policía? —dudó adorablemente; su pregunta hizo que casi me diera un ataque de risa pero logré controlarme -después de todo, yo era todo lo opuesto a lo que pudiera existir de un policía o auror- y solo bufé divertido— ¿No lo es?

—No ¡Por Mer- Dios, no! —tuve que abstenerme de usar la palabra "Merlín" ante el chico y fue un poco difícil. Demasiados años relacionándome con magos ha hecho que olvide ciertas costumbres y palabras muggles—En realidad, soy educador.

El pequeño y no egocéntrico niño, el cual esperaba encontrarme, me miró de arriba a abajo como si buscara algo en mis vestimentas que lo que decía era cierto.
Harry Potter era muy desconfiado.

Sería un largo camino el que deberé pasar para que el infante no se asutara tanto de mi, o de cualquier otra persona.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

TODO

Apolo y Jacinto || Relato

TODO